Tengo Sudamérica en mi corazón. El hermano de mi bisabuelo, el tío Francesco, se había mudado allí y, a pesar de la enorme distancia, mi abuelo y mi padre siempre mantuvieron un vínculo estrecho hecho de cartas, fotos en blanco y negro y recuerdos. Con el tiempo, ese familiar con su descendencia se convirtió en nuestro ADN latinoamericano.
Cuando después de muchos de años fui yo quien cruzó el océano para llegar a Buenos Aires, encontré ese pedazo de familia, esos colores y esa energía de la que siempre solo había oído hablar, me pareció que siempre los había vivido, que yo había encontrado mi segundo hogar. Argentina se hizo parte de mí y pude integrarme y conocer las realidades de Brasil, Uruguay, Venezuela, Chile y Perú. En estos años de viajes entre Italia y Sudamérica, me di cuenta de cuánto valor tiene la comunidad de italianos que allí reside, que como nación no podemos perder.
Este año decidí hacer más, elegí comprometerme a hacer crecer esa comunidad de italianos y garantizarles derechos como asistencia. Elegí hacerlo presentándome a la Cámara en la circunscripción extranjera de América del Sur porque creo que es el deber de cada uno de nosotros comprometernos con nuestra propia comunidad y mi comunidad también es la sudamericana.